Agradecimientos








La semilla de esta historia surgió durante un encuentro con Teresa Coll, Amalia Boj y María Teresa Campoy, amigas mías de muchos años atrás. Teresa manifestó su decepción porque había pedido un vaso de agua y le sirvieron un vaso que sólo contenía agua. Tras las pertinentes indagaciones, Teresa explicó que en realidad deseaba beber agua con gas, pero que había omitido este detalle en su petición. El encargado del establecimiento se limitó a servirle lo que había pedido verbalmente. Aprovecharé estas líneas para expresar mi gratitud a Teresa, Amalia y M.T. Campoy, de quienes me he tomado la licencia de usar sus nombres verdaderos. Confío en que sepan disculparme por esta libertad, porque nada de sus personalidades trasciende a los caracteres que asumen sus nombres.

Años después, la historia de Teresa Col se definía en mi imaginación y se trasladaba al papel con el concurso de la paciencia y algunos diccionarios que me alumbraron en esta fatigosa labor. La primera versión de la novela mereció la lectura de Pepa, mi compañera en las alegrías y penurias de la vida, y de Carmen, una vecina aficionada a los perros, los largos paseos por el campo y la lectura. Sus comentarios y sugerencias fueron de gran valor y me sirvieron para acometer las posteriores revisiones de la obra.

Mi hijo, mis padres, mis hermanos, mi tíos, mis sobrinos y otros muchos más también contribuyeron con su estímulo al buen desenlace de esta historia. Sólo me resta confesar que la portada escogida para la obra proviene de una extraordinaria pintura de Joaquín Sorolla, El baño del caballo, de la que me he permitido extraer una silueta que he sometido a diversas manipulaciones. Conste aquí mi reconocimiento al gran maestro.







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